"No hay árbol que el viento no haya sacudido".

lunes, 21 de marzo de 2011

déja Vú

 



Pues hemos llegado a este lugar por dife­rentes caminos. No tengo la sensación de que nos hayamos conocido antes, "de déja Vú". No creo que fueras tú, vestida de azul lavanda, quien estaba a orillas del mar, cuando yo pasaba cabalgando en el año 1206, o a mi lado en las guerras fronterizas, o allá  en las Gallatin, hace cien años, tumbada junto a mí en la hierba de un verde platea­do, sobre un pueblo de montaña. Lo sé por la naturalidad con la que vistes ropa lujosa y por cómo mueves la boca cuando te diri­ges al camarero en los buenos restaurantes. Tú provienes de los castillos y de las catedrales, de la elegancia y del imperio. 





ROBERT JAMES WALLER 



domingo, 20 de marzo de 2011

GIGES




El Anillo de Giges es una leyenda mitológica mencionada por el filósofo ateniense Platón en el libro 2 de su República 
(2.359a–2.360d). 
Guarda vaga relación con el Giges histórico de que habla Heródoto. 


Cuenta la leyenda que hubo una tormenta seguida de violentas sacudidas y se abrió la tierra donde Giges, pastor del rey de Lidia, cuidaba sus rebaños.


El pastor aturdido tras la gran tormenta, contó aprisa todas las ovejas, y se dio cuenta que faltaba una de ellas; asombrado por lo que veía, bajó por la profunda grieta y descubrió, entre otras maravillas un caballo de bronce, en cuyo vientre había unas pequeñas puertas abiertas, por las que asomó la cabeza para observar las entrañas de este animal, y se encontró con un cadáver de tamaño superior al humano.
El cadáver estaba desnudo, y sólo tenía en el dedo un anillo de oro. Giges tomó el anillo y salió de la grieta.
Cuando se reunió con otros pastores, al cabo de un mes como acostumbraban, para dar razón al rey del estado de sus ganados, giró por casualidad el anillo, dejando el engaste de cara a la palma de la mano; y de inmediato los compañeros que lo rodeaban dejaron de verlo, y con gran sorpresa suya comenzaron a hablar de él como de una persona ausente.
Giró nuevamente el anillo y tornó a ser visible. Repitió la operación varias veces y comprobó que efectivamente la joya tenía aquel poder.
Entonces, seguro de su descubrimiento, se hizo incluir entre los pastores que irían a dar cuenta al rey.  
Con el poder del anillo que le hacía invisible se desencadeno tal ansia de poder, que le llevo a abandonar cualquier regla moral.
Llego a palacio.



Candaules era un hombre muy enamorado de su esposa, sentía verdadera pasión por ella. Entre los colaboradores más apreciados por el rey, se encontraba Giges. Un día, Candaules empezó a alabar las virtudes de su mujer ante Giges y al final, creyendo que Giges pensaba que exageraba, le propuso visitar el dormitorio de su mujer antes de que ésta se acostara para que pudiera verla desnuda, y juzgar así por sus propios ojos lo que Giges escuchaba de su rey. 

A pesar de los intentos de desechar la idea por parte de Giges por miedo a lo que podría sucederle después, la insistencia del rey acabó por hacerle aceptar muy a su pesar. Así pues por la noche, Candaules escondió a Giges en la habitación de su esposa. A la llegada de la mujer, todo se desarrolló tal y como los hombres habían planeado, excepto por el hecho que la mujer del rey se apercibió de la presencia de Giges cuando éste salía ya de la habitación, aunque no dio la voz de alarma. 
Al día siguiente, la mujer hizo llamar a Giges, quien desconociendo que la reina sabía lo sucedido la noche anterior, no sospechaba lo que iba a ocurrir. La reina le dijo a Giges que sólo tenía dos opciones: matar a Candaules por haberle ofrecido lo que él tenía prohibido ver y convertirse en nuevo rey con ella como reina, o morir él mismo para evitar en el futuro nuevas tentaciones a las que podía someterle Candaules. Tras unos instantes en que Giges no podía articular palabra por su sorpresa, rechazó la oferta de la reina., pero ante su insistencia, decidió matar a Candaules. La reina lo introdujo en el dormitorio del rey y lo ocultó en el mismo lugar donde había estado disimulado el día antes; Candaules murió, apuñalado por Giges durante su sueño.
Cuando quiso ser coronado como rey, Giges tuvo muchos adversarios, que acordaron someter el caso al oráculo de Delfos. El oráculo confirmó los derechos de Giges y el control de Lidia paso a sus manos. El recurso al oráculo de Delfos es histórico: se sabe que en testimonio de reconocimiento Giges hizo un regalo consistente en objetos de oro y plata.

sábado, 5 de marzo de 2011

kkamada Caxixinatli



En tiempos del Rey Tenitztli, 3° de la dinastia Totonaca, tuvo la primera de sus esposas una hermosa niña a la que le pusieron el nombre de Tzacopantziza "Lucero del Alba" la que fue consagrada al culto de Tonacayohua, diosa que cuida la siembra, el pan y los alimentos. Un joven principe llamado Zkata-Oxga "joven venado" se enamoro de ella a pesar de que tal sacrilegio estaba penado con el degüello, un día que "Lucero del alba" salió del tamplo para recoger tortillas (alimento hecho del maíz) y ofrendarlas a la diosa su enamorado la raptó, huyendo con ella a la montaña. No habián caminado mucho cuando apareció un monstruo que envolviendo a ambos en oleadas de fuego los obligó a retroceder. Al llegar al camino los sacerdotes les esperaban irritados y antes de que Zkatan pudiera decir una palabra fue degollado corriendo la misma suerte la princesa. Sus cuerpos aún calientes fueron llevados al oratorio y les extrajeron el corazón los cuales los arrojaron en el altar de la diosa. En el lugar en el que se les sacrifico la hierba empezo a secarse, pocos meses después comenzó a brotar un arbusto, pero tan prodigiosamente que en unos dias se elevó varios palmos del suelo y se cubrió de un espeso follaje. Cuando termino de crecer junto a su tallo comenzó a nacer una orquídea trepadora que con asombrosa rapidez y exuberancia, echó sus guías de esmeralda sobre el tronco del arbusto con tanta fuerza y de licadesa a la vez que parecian los brazos de una mujer. El ardiente sol del tropico traspasaba las frondas del arbusto a cuyo amparo la orquídea se desarrollaba como una novia que reposaba en el seno de su amado. Una mañana se cubrió de minímas flores y todo aquel sitio se inundó de inefables aromas. Atraidos por tantos prodigios los sacerdotes y el pueblo no dudaron que la sangre de los principes se había transformado en arbusto y orquídea. Y su pasmo subió de punto cuando las florecillas odorantes se convirtieron en largas y delgadas vaínas que al madurarse despedían un perfume todavía más penetrante como si el alma inocente de Lucero del Alba se convirtiera en la fragancia tan exquisita. De la sangre de la princesa nacio la vainilla que en totonaci es kkamada Caxixinatli "flor recondita".