"No hay árbol que el viento no haya sacudido".

domingo, 21 de agosto de 2011

Belladona

El trayecto hasta llegar a mi país sera largo. Relajado y aposentado en el estrecho asiento del avión, recuerdo los blogs que de vez en cuando visito  en internet, y como dice una buena amiga, "todo tiene una razón" y yo, también lo creo.


Escribo en la parte ultima de mi pesada agenda :
-16 DE AGOSTO DE 2011-
Un cuento o leyenda.
Contada por un viejo que encontré en una taberna, un lunes caluroso de agosto. 





Era el séptimo de siete hermanos, el más joven de la familia. Como tal desde pequeño siempre había sido el más débil, aunque siempre quiso ser el más fuerte. Como era el más débil le encomendaban las labores más sencillas, acompañar a las ovejas o recoger frutos de los árboles. Vivían en una zona conocida por ser  muy montañosa y a veces se quedaba sólo con los animales durante el día entero. Para aguantar le daban  pan y un trozo queso, con la bota llena de agua, aunque en ocasiones le echaba vino.


En esa época se temía mucho a los lobos, ya que no era la primera vez que eran atacados los animales y también  los vecinos.


Por eso siempre se contaban historias que no se sabía si creer o no, pero creaban temor en quienes las escuchaban sobre todo en las noches de verano cuando los aldeanos se reunían  alrededor de la hoguera en la plaza del pueblo, se bebía y se comía y se contaban cuentos. Uno de ellos trataba sobre el lobishome o licántropo. Se decía de el que era un hombre del pueblo vecino que se casó con una chica de casto. Un día en el campo fue atacado por los lobos y fue capaz de defenderse y escapar, pero a pesar de ello pudo matar a alguno con su hoz. Cuando llegó a casa lleno de heridas apenas era capaz de articular palabra, los perros habían escapado y había perdido la mitad de su ganado. Se dice que por aquel entonces había una curandera en el pueblo que se decía que era media meiga, pero todos acudían a ella cuando le dolía algo o les había que arrancar una muela.


Mientras la mujer le curaba,le pregunto; ¿Cómo te has hecho estas heridas, quien te ha hecho esto? "Os lobos" le dijo. No te preocupes te curarás pero descansa. Le untó algún ungüento que allí tenía para curar heridas, hecho con hierbas medicinales y raíces. El hombre curó pronto, y se puso a trabajar a los pocos días. Cuando pudo se pasó por casa de la curandera y le regaló unas gallinas y un poco de jamón. Ella se quedó muy agradecida y de paso le miró las heridas. Le dijo que ya estaban curadas, pero que tuviese cuidado con los lobos. Ella le regaló una planta, le dijo que se llama Belladona, es una planta medicinal, cuando florece es muy hermosa. Le dijo que si algún día tuviera una herida de lobo, que machacara un poco de la planta  mezclada con agua y que cubriera la herida con un trapo. También  tiene efectos alucinógenos muy placenteros y efecto afrodisíaco sobre las mujeres, le dijo que la colocara en la ventana de la alcoba, para ver como florece por las mañanas. Le advirtió  que si algún día floreciese de noche que se encerrase a cal y canto y no saliese de casa por nada del mundo.


Él extrañado le preguntó el por qué, ella simplemente le indicó el camino a la puerta. Pasaron los días y el hombre estaba maravillado por la hermosura de la planta y el animo de su mujer .


Miles de estrellas cubrían aquella noche el cielo de agosto,  con lo cual en las calles del pueblo a pesar de no haber luz, podían verse los árboles del bosque moverse con la brisa del aire, en ocasiones unas pequeñas luces aparecían y desaparecían,  pequeños insectos que los viejos llamaban luciérnagas.

Lo extraño fue que en un momento se añadieron hasta una veintena de luces y se acercaron al pueblo.
De repente y extrañamente las luces se juntaron por parejas, aunque llegó un momento que se separaron todas y desaparecieron.
El hombre se encontraba ya en cama con su mujer, era joven y llevaba un tiempo que querían tener hijos y últimamente su mujer estaba muy amorosa, en ese momento a las luces de las velas se encontraban amándose hasta que en un momento se escucho un aullido largo y penetrante, que parecía estar muy cerca. Se levantó apresurado de la cama, para cerrar y colocar los barrotes en las puertas y ventanas y agarrar su hoz. 
Se encontraba a salvo así que subió a su habitación con la hoz. Al llegar a la habitación se encontró a su mujer mirando por la ventana al lado de la planta floreciendo como nunca. Su mujer estaba acurrucada, completamente desnuda y muy sudorosa. Cuando la miró a los ojos las pupilas estaban muy dilatadas y tenía cara de haber visto un fantasma. Se volvió a escuchar el aullido.
La pareja se metió en cama y acabaron de amarse salvajemente. 


Al día siguiente su casa estaba abierta de par en par, todas las ventanas y  puertas, desde primera hora. La casa de la curandera estaba igual.


Nadie se atrevía a entrar a pesar de que la casa estuvo abierta todo el día, hasta que llego la noche y los vecinos extrañados, llamaron por ellos obteniendo como respuesta el silencio, en la habitación encontraron la cama deshecha y la hoz apoyada en la pared. Al pie de la hoz un pelo negro grueso y la planta en flor de la ventana. La casa de la curandera estaba igual así que se acercaron. Y no encontraron nada, sólo un pelo negro, otra vez.


Los vecinos cerraron las casas.  
Varias semanas después, vieron entrar a la joven mujer con un abultado vientre.
Todos le preguntaban por su marido y la curandera, pero ella no contestaba. Se había quedado muda. 
Desde aquel día vive sola. 








Le pregunté al anciano, por el hijo de la mujer.
Él me señalo con el dedo la ventana que había cerca de la maquina de tabaco, pero yo no vi nada y alcé los hombros mirando al viejo. 
Y dijo algo así como " no fumis conñ!"  


No he logrado entender aún esas palabras.